Las emociones básicas son todas aquellas emociones que nos dominan y no nos permiten pensar y sentir verdaderamente la naturaleza de nuestros actos. Si tomas conciencia de ellas, te aseguro que comenzarás a darte cuenta que ya no hablarás antes de pensar, lo pensarás dos veces antes de hacerlo.
Te hablo como persona, como ser humano, como un mortal que cansado de no entender sus emociones, decidió estudiarlas por su cuenta, para entenderlas, para no juzgarlas y para ver por qué somos esclavos de sus resultados.
Las emociones las vivimos todos, han sido definidas y analizadas por parte de pensadores de todos los tiempos: psiquiatras, psicólogos, antropólogos y demás especialistas. Sin embargo, mientras no seamos conscientes de que es fundamental profundizar en ellas, no escaparemos de vivir esclavos de las emociones negativas, como la ira, la envidia, los celos, la codicia, etc.
Por ejemplo, si enciendes el televisor, la radio o cualquier medio de comunicación, te darás cuenta que todas las tragedias que se anuncian en los titulares, en su gran mayoría, son producto del mal manejo de las emociones.
Por lo general nos tornamos básicos en el manejo de nuestras emociones, es decir, nos dejamos arrastrar por nuestras pasiones más recurrentes, en donde el análisis y la reflexión se evaporan, por ende actuamos y después pensamos.
Es más, simplemente observa a diario lo que sucede en las grandes urbes: iras descontroladas, violencia, agresiones físicas, insultos, falta de civismo, un individualismo egocéntrico en donde el otro no importa. Es una selva de cemento en donde solo sobreviven la agresión y la violencia traducidas en el “sálvense quien pueda”.
Lo básico, elemental y predecible abunda, porque la gente decidió actuar de manera mecánica en sus vidas, es decir, sin conciencia: trabaja por que le toca, o por dinero, pero muchas veces no porque le gusta o ame lo que hace. Juzga a los demás y no tiene la capacidad mínima de autocriticarse.
Va a la iglesia, si es que va, confiesa sus pecados y culpas, y al poco tiempo cae de nuevo en ellos, es decir hace apología a la famosa frase acuñada por los inconscientes de que “el que reza y peca empata”; es decir, su existencia se torna una rutina repetitiva e infernal, de cero cambios, asfixiante, ansiosa e infeliz. Su vida se vuelve estéril, aburrida, monótona.
Reflexiona y saca tus propias conclusiones.